Quien haya asistido a dicha institución entre 1969 y 1975 sabrá a lo que me refiero; nuestra turbulenta adolescencia fue sufrida, soportada, cuiada y formada por un puñado de profesores entrañables. Dirigidos por Luis Guillermo Topete, el Ingeniero Pérez Montero, Francisco Javier Narváez y Héctor Couttolenc (a quien especialmente agradecí la última lección que me dio, caminando por el patio del colegio); los maestros Jiménez, Mier, Manuel Segura, Fernando Ezeta y Juan Escalera que nos dieron seguridad, nos educaron inculcándonos orden, fortaleza y disciplina (la poca que podíamos aceptar y digerir), pero ante todo y sobretodo, brindándonos el cariño, la comprensión, amistad y guía que solo un buen maestro puede ofrecer. A ellos, mi admiración de por vida.
Mis mejores y más queridos amigos de esa época se me perdieron en la inmensidad del tiempo y la distancia: Fernando Montes de Oca Ceballos en Tijuana,BC, Pedro Zubiaga Cacho según me informaron, está en Orizaba Ver, Víctor Manuel García García en algún lugar de Sudamérica, de César Orozco Jacobo y Gustavo Galindo Bulle-Goyri nada se y Óscar Horscheck Cacho se me fue un poco más lejos, Carito ya está en el cielo .
Si algún fortuito lector ha tenido la fortuna de conocer a alguno de ellos (mi aristocracia del barrio), le suplico tal y como lo hizo Saint-Exupery en su momento; les diga que por años los he extrañado y los guardo por siempre en mi memoria. Y a mi, apelando a su buena voluntad, me lo haga saber de inmediato.
Agradezco a Dios el haber conocido a esas personas y a la vida, el haber podido crecer escuchando a todos esos grupos, a toda la música de rock de los años 60s / 70s y de la que casi desde niño, pude aprender, gozar y disfrutar.
The Doors en el Winterland, de San Francisco |
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